Las bebidas prehispánicas tradicionales de nuestro sorprendente país representan un valioso legado cultural que se ha mantenido a lo largo de los siglos, conservando sabores, rituales y significados ancestrales.
Entre las bebidas prehispánicas más emblemáticas y que todavía se conservan están: el pozol, el tascalate, el xochistle y el chilate, cada una con su historia, ingredientes y formas de preparación que reflejan la diversidad de los pueblos originarios.
Aquí te contamos el detalle de cada una de estas bebidas, sus ingredientes, origen y hasta un lugar donde puedes probarlas.
El pozol es una bebida originaria de los pueblos mayas y zoques del sureste mexicano, especialmente popular en Tabasco y Chiapas.
Su preparación básica consiste en masa de maíz, a la que se le puede añadir cacao tostado y molido, dependiendo de la región.
Es una bebida espesa y refrescante, ideal para combatir el calor y la sed; una característica es que no se descompone fácilmente en climas cálidos.
A pesar de eso, el pozol se consume frío y, en ocasiones se le agrega azúcar y canela.
El tascalate es una bebida prehispánica típica de Chiapas, reconocida por su color anaranjado, que le da el achiote, su ingrediente principal. Otros ingredientes son: maíz tostado, cacao, canela y, en ocasiones, azúcar.
La preparación inicia con el tostado y molido de tortillas de maíz, que se mezclan con el cacao y el achiote hasta obtener un polvo fino. Éste se disuelve en agua o leche y se sirve frío, resultando en una bebida nutritiva y refrescante.
En la época prehispánica, el tascalate era considerado una bebida dedicada al amor y se ofrecía en fiestas y ceremonias de adoración a dioses.
Aunque es menos conocido que otras bebidas, el xochistle también era una bebida utilizada en rituales ceremoniales para honrar la fertilidad y la naturaleza.
Su preparación incluye flores y hierbas aromáticas, además de maíz y, en ocasiones, cacao.
Su nombre proviene del náhuatl “xochitl” (flor), ya que este elemento aporta aromas y sabores únicos.
Actualmente, su consumo es más frecuente en comunidades indígenas que buscan preservar sus tradiciones.
El chilate es una bebida artesanal originaria del estado de Guerrero, aunque también se encuentra en Oaxaca y algunas regiones de Chiapas.
Se elabora con arroz molido, cacao tostado, canela y agua. La mezcla se bate, en algunos lugares o tradiciones con el puño de la mano hasta obtener una bebida espumosa, que se sirve fría y resulta sumamente refrescante.
El chilate es parte esencial de la vida cotidiana y festiva en las comunidades costeñas, donde se ofrece tanto en mercados como en celebraciones familiares.
En la actualidad, estas bebidas prehispánicas siguen vivas en sus regiones de origen, pero también se han encontrado espacios de promoción y rescate en otras partes del país.
Un ejemplo es Bobok, ubicado en Tlaquepaque, Jalisco, un espacio que se dedica a promover y difundir las bebidas tradicionales mexicanas, organizando rituales grupales donde los asistentes pueden conocer los ingredientes, participar en la preparación y reconocer los orígenes de cada bebida.
Durante estas ceremonias grupales, se emplean prácticas y símbolos tradicionales como ofrendas, cantos y gestos que evocan la relación espiritual con la tierra y los ancestros, elementos fundamentales en la cultura prehispánica mexicana.
Es así como Bobok se ha convertido en un referente para quienes desean reconectar con las raíces ancestrales de México y experimentar la riqueza de su gastronomía líquida.
El consumo de pozol, tascalate, xochistle y chilate no solo perdura en comunidades rurales y festividades, sino que también ha comenzado a ganar espacio en ciudades y centros culturales, donde se reconoce su valor nutritivo, simbólico y social.
Estas bebidas, elaboradas con ingredientes naturales y técnicas tradicionales, son un testimonio vivo de la herencia mesoamericana y una invitación a redescubrir la diversidad y profundidad de la cultura mexicana.