Leyenda de los volcanes: el surgimiento de Popocatépetl e Iztaccíhuatl

Un amor que ni el tiempo ha podido derrumbar, el cual se mantiene más vivo que nunca.

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Leyenda de los volcanes
Foto: MikeCastelan/ Pixabay

Desde hace miles años que el paisaje del Valle de México se embellece con la presencia de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, protagonistas de una leyenda transmitida durante la época prehispánica, misma que fue rescatada en los textos de los frailes y religiosos del siglo XVI.

Testimonio que se pudo recabar, gracias a la tradición oral de nuestros ancestros, quienes contaban la leyenda de los volcanes, la cual versa en relación a una hermosa princesa y un apuesto guerrero, quienes se profesaban un amor puro e incondicional.

Ella era Iztaccíhuatl, una mujer de gran belleza pretendida por varios hombres, entre ellos el despiadado Axooxco, que proclamaba la mano de la doncella. Pero el corazón de la joven ya estaba flechado y correspondido por el apuesto Popocatépetl, ambos pertenecientes a la cultura tlaxcalteca.

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La leyenda de una pasión aún encendida

La leyenda cuenta que cuando la guerra comenzó entre su pueblo y el imperio de Tenochtitlan, el guerrero Popocatépetl tuvo que partir, no sin antes prometiéndole a su amada que regresaría para cumplir su sueño de estar juntos para siempre. El momento fue aprovechado por Axooxco, quien le aseguró a la princesa que su amado había muerto en combate. 

Abatida por la tristeza decide quitarse la vida. Cuando Popocatépetl regresa y ve el cuerpo de su amada, lo toma entre sus brazos para colocarlo sobre diez cerros bajo el Sol. Después le hizo una promesa para honrar su amor, así que tomó su antorcha humeante y le prometió permanecer arrodillado junto a ella, velando su sueño eterno. 

Dice la leyenda que desde entonces a Iztaccíhuatl se le conoce como la Mujer Dormida. Ambos cuerpos quedaron sepultados por la nieve, convirtiéndose en los famosos volcanes, que hasta el día de hoy permanecen juntos y tal parece, que hasta el final de los tiempos.

Parte de la leyenda asegura que cada que don Goyo, como también se le conoce a Popocatépetl, exhala fumarolas, es porque recuerda a su amada princesa, cuyo corazón contiene el fuego de su amor apasionado.