El realismo mágico que describe a Comala en la obra literaria Pedro Páramo, de Juan Rulfo, dista mucho de lo que en verdad es este pueblo de Colima.
Muy al contrario de la obra del gran Rulfo, el Pueblo Blanco de América se ilumina por sus fachadas blancas, el jolgorio de su gente y la diversidad de actividades que acontecen al día.
Esa atmósfera misteriosa y fantasmal que le dio el escritor mexicano sólo queda en el imaginario popular, porque Comala está viva, radiante para disfrutarla al pie del Volcán de Fuego, entre ramilletes de aromas a pan caliente y refrescantes y sonrientes ensaladas de pepino marinadas con limón y sal de mar.
Comala se ubica a sólo 30 minutos de Manzanillo, así que su clima es cálido con vegetación exuberante que invita a ser explorada desde los alrededores de este Pueblo Mágico. Pero su Centro Histórico es imborrable; con su gran historia y tradición, invita a disfrutar tranquilamente entre edificaciones que viste de blanco con toques rojizos desde sus tejas.
Hay que sentarse plácida y decididamente en alguna de las bancas de la Plaza de Armas, de preferencia junto a un kiosco que se proviene de Alemania, y desde ahí admirar la fachada de la parroquia de San Miguel Arcángel.
Si caminas un poco más adelante, encontrarás el pretexto ideal para la foto a postear en redes, la figura de Juan Rulfo, culpable de sembrar Comala en el imaginario popular.
Te puede interesar: 5 cosas que no sabías del Volcán de Colima
Comala enamora
Desde las primeras horas de la mañana, cuando el sol acaricia la perfecta faz blanca de Comala, comienza la rutina de sus lugareños; es precisamente en esos momentos que se antojan eternos cuando el intenso olor a café invade el ambiente.
Esta bebida oscura de gran cuerpo se debe degustar en compañía de picones, un bizcocho de gran tamaño parecido a las conchas, mismo con el que se puede cerrar el día durante la merienda y compañía de los seres queridos, además de una memorable charla.
Las delicias de Comala se pueden paladear entre sus restaurantes con botanas de mar y otras curiosidades tradicionales de su cocina, como el famoso ponche, que para bajar el calor es más que suficiente, con sabores a granada, tamarindo o arándano y en su versión cremosa con nuez, café, almendra o pistache.
Lo mejor es que todas estas delicias pueden estar acompañadas de tusca, un derivado del alcohol que surge de esta misma tierra.
Te puede interesar: Goza de un Jerez: entre versos y tambora
La artesanía de Comala está integrada por una gran cantidad de objetos de madera como muebles, principalmente de maderas como caoba y parota. Si deseas un sombrero de palma estilo Colima, es aquí mismo donde los podrás encontrar.
Uno de los imperdibles es el Museo Universitario «Alejandro Rangel Hidalgo», que se ubica a sólo 2 kilómetros de Comala, en la villa de Nogueras. Te invitamos a que no dejes de conocer las pinturas de este artista originario del estado, así como los muebles y la herrería del recineto, además de una colección de cerámica de origen prehispánico.
Al caer el sol, los portales de Comala invitan a sentarse entre sus pasillos para comer y tomar una cerveza bajo la marea de relajación que contagian sus habitantes y de más turistas.