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Autos y el arte: extraordinaria relación

Para descubrir cómo los autos y el arte tienen una comunión exquisita, hay que retroceder a principios del siglo XX, cuando el pintor español Ramón Casas realizó una diversidad de obras pictóricas y fotográficas que reflejaban su pasión por los fierros.

Incluso cuenta con dos cuadros, pero el más famoso se conoce como “Ramón Casas y Pere Romeu en un automóvil” de 1901, un autorretrato que obviamente da muestra de la relación entre los autos y el arte.

Los expertos aseguran que esta pintura se acerca directamente al cartel publicitario, por su esquematismo, tintas planas y silueteado grueso. Pero no es de sorprenderse, pues Ramón Casas fue uno de los cartelistas más destacados del arte modernista. Esta pieza de arte forma parte del Museu Nacional d’Art de Catalunya.

Un vínculo más de los autos y el arte

Grandes exponentes del surrealismo también usaron su talento para plasmar la velocidad y belleza del mundo motor como René Magrid, a quien seguro recuerdan por la manzana, como recurso constante en su obra. Bueno, pues este artista belga presentó en 1960 su obra pictórica “La cólera de los Dioses”, donde un carro porta en la parte superior un caballo, otorgando al espectador una sensación de velocidad.

Pero dentro de esta corriente, quien tuvo más recurrencia sobre este vínculo de los autos y el arte fue el maestro Salvador Dalí, quien motivado por la energía, progreso y rebeldía que refleja el automóvil, lanzó en 1928 el Manifest Groc, donde contextualiza no solo su atracción por estas máquinas, sino la importancia que tiene para el desarrollo humano y creación artística.

Esta filosofía la reflejo en dos grandes obras. La primera es un cuadro llamado “Automóviles Vestidos” de 1941, pero la más conocida es un híbrido entre escultura e instalación; su modelo fue un Cadillac al cual título como “Taxi lluvioso”. Un coche que regaló a su amada Gala, modelo que él mismo decía que solo existían seis en el mundo, el cual se puede apreciar en el patio del Teatro-Museo Dalí de Figueres.

Quien también encontró esta relación amorosa entre los autos y el arte fue Andy Warhol, uno de los más importantes representantes del Por Art. Entre sus lienzos encontró un BMW M1 Gr. 4, que gracias a su intervención no pasó desapercibido durante las 24 Horas de Le Mans de 1977.

Solo tardó  23 minutos en cubrirlo de colores y después de firmarlo en el parachoques trasero, Warhol comentó: “Me encanta el coche, es mejor que la propia obra de arte en sí”.

El Pop Art de Warhol también quedó registrado en su serie CARS (1986), compuesta por 35 serigrafías encargadas por la firma alemana Mercedes Benz y que gira en torno a ocho modelos de la marca. Colecciones que se pueden apreciar en el museo de la marca motor.

Recordemos también al grupo artístico Ant Farm compuesto por tres artistas que utilizaron diez Cadillac semienterrados y pintados con aerosol y la obra del artista callejero Bansky, Crazy Horses (2013), una instalación donde aparece un coche deteriorado y una pintura mural con unos caballos desbocados que denuncia el asesinato de un periodista en 2010.

Pero la historia de los autos y el arte no concluye aquí, todavía hay mucho que rodar para seguir descubriendo este mundo apasionante de las máquinas y las disciplinas con las que ha tenido una comunión bella e inspiradora.