Chicle: legado maya que fascina a chicos y grandes

Se elaboraba con la resina extraída del chicozapote

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El chicle, legado maya que fascina a chicos y grandes
Foto: @elavisomagazine/Instagram

El chicle es una golosina que prácticamente todos alguna vez en la vida hemos probado. Seguramente te has preguntado de qué está hecho y de dónde proviene. La goma de mascar es una herencia maya conocida como sicte, que significa «sangre» o «fluido vital».

Tal fue la popularidad del sicte que pronto llegó a otros pueblos de Mesoamérica, entre éstos los aztecas, quienes lo nombraron tzictli («pegar»), de ahí pasó a la lengua española con el nombre de «chicle».

De acuerdo con el sitio Larousse Cocina, el chicle proviene del chicozapote (Manilkara zapota), un árbol endémico de México que puede medir hasta 40 metros de altura y se encuentra en el sureste del país; fue descubierto por los mayas, quienes comenzaron a mascarlo debido a su textura y aroma.

Este árbol también es codiciado por sus maderas densas, por eso los mayas lo emplearon en la construcción durante miles de años. Y es muy común que haya chicozapotes en sitios arqueológicos, como evidencia de que esta cultura los empleaba para construir y masticaban su resina para saciar su sed.

La historia moderna del chicle

En 1860, el entonces presidente Antonio López de Santa Anna, quien era partidario del chicle, se exilió en Estados Unidos tras el desafortunado suceso de El Álamo, que le valió a México perder parte de su territorio.

Seis años después, Santa Anna conoció al empresario e inventor estadunidense Thomas Adams, quien buscaba un nuevo material para sustituir el caucho en sus neumáticos; tras una serie de pruebas, se dio cuenta que el chicle era demasiado blando y no contaba con la consistencia deseada para fabricar llantas de bicicletas o botas para agua.

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Poco después, Adams se percató de la afición de Santa Anna por masticarlo, por lo que él y su hijo decidieron hacer lo propio. Esto lo llevó a patentarlo en 1869 para exportarlo.

Dos años después comenzó a comercializarlo en Estados Unidos como Adams New York Chewing Gum. En 1875, Thomas Adams decidió mezclar el chicle con jarabes de arce y regaliz como edulcorante, para otorgarle mayor sabor.

Posteriormente se añadió azúcar, la cual fue introducida por una empresa rival, y en 1880 se empleó por primera vez la menta para darle un sabor especial al chicle, lo cual derivó en que su popularidad creciera de forma rápida. Tras el uso de la menta siguieron más sabores y los mercados internacionales se abrieron.

Tal era su popularidad que las innovaciones no cesaron. Philip Wrigley combinó chicle de Campeche y Quintana Roo con chilte, una goma de mascar del suroeste de Jalisco que contaba con diferente textura, consistencia y elasticidad. Dicha invención le valió convertirse en un fuerte competidor de Thomas Adams.

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El éxito del chicle hizo que bandas de chicleros o recolectores de chicle se internaran en el bosque tropical de Quintana Roo durante meses en busca de árboles de chicozapote para picarlos y recoger la savia, calentarla y enrollarla en enormes bolas que eran vendidas a empresas extranjeras como Chiclets Adams.

En 1950 se encontraron sustitutos artificiales más baratos para elaborar el chicle, lo que motivó a Brasil a convertirse en un acérrimo competidor, esto generó que la cosecha natural de los estados del sureste de México fuera en declive.

Pese a que se le conoce como chicle, su nombre es incorrecto, pues éste es la resina que se cocina y se vuelve elástica, mientras que las gomas de mascar se elaboran con una goma base.

En la actualidad, la mayor parte de marcas usa casi siempre un polímero neutro llamado acetato polivinílico, ya no resina de chicozapote, lo que hace que su degradación sea más lenta.

La producción del chicle

La temporada de recolección de resina se lleva a cabo entre julio y febrero. Una vez que hallan los mejores árboles, se coloca una bolsa en la base del tronco, se talla la corteza del árbol y se forman unos canales por donde escurre y llega al contenedor.

Luego de extraer la resina, el árbol trabajado debe descansar por un periodo de siete años, en lo que cicatrizan los surcos. Y la resina se pone a hervir durante tres horas hasta obtener una pasta elástica; posteriormente, ésta se enfría con movimientos suaves y se enrolla en grandes bloques para exportarlo y elaborar la goma de mascar.