En el Parque Nacional Cumbres del Ajusco se encuentran las cuevas de lava del volcán Xitle, en la alcaldía Tlalpan, a sólo unos 60 kilómetros del Centro Histórico de la Ciudad de México, y a una hora y media de camino.
Hoy este volcán parece un frondoso y verde cerro que sólo al ser escalado puede mostrar su cráter; la tranquilidad que ahí se respira nada tiene que ver con la escena infernal de dos mil años atrás, cuando esta boca arrojó lava en un radio de 75 kilómetros de distancia —con su correspondiente baño de toneladas de ceniza—, creando así el Pedregal de San Ángel.
Su ecosistema boscoso es un imprescindible para amantes del trekking, de la bicicleta de montaña o del turismo de aventura.
La primera parada: volcán del Xitle
Antes de una expedición a las cuevas de lava del Xitle, es conveniente no perderse una caminata a la cima del volcán extinto. El trayecto es tranquilo, pero cuando se torna más empinado, es la señal inequívoca de que el cráter está cerca.
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Una vez arriba, la recomendación es descansar para llenare los ojos y todos los sentidos con esa apacible pero hermosa vista. Y para tomar aire para el descenso hacia las cuevas de lava. Si lo deseas, puedes acampar y pasar la noche en el cráter, para. Si viajas en temporada de lluvias, aguanta el embate del agua porque miles de luciérnagas te rodearán en la noche.
Como siempre en estos casos, es conveniente que en esta aventura tengas la compañía de una guía experto, para que te indique el mejor camino hacia las cuevas de lava.
Mucho más allá del volcán
El sistema Xitle no se termina en el volcán. De hecho, abarca la frontera de los terrenos ejidales de San Andrés Totoltepec y el Parque Ecológico de la Ciudad de México, también en las inmediaciones de la alcaldía Tlalpan.
De acuerdo con el historiador Sebastián Peregrina, en la actualidad sobreviven al menos dos sistemas independientes de cuevas de lava. Caminarlas implica adentrarte en el corazón mismo del volcán.
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Conocidas como Cuevas del conejo o Yohualli, algunas de estas cavernas de lava miden más de 300 metros de extensión, al tiempo que los techos de algunas de sus galerías rebasan los diez metros de altura.
Eso sí, se recomienda que lleves casco, lámpara, rodilleras y guantes, pues hay tramos estrechos con filos basálticos de cuidado. Si tocas las paredes, sentirás la piedra volcánica que alguna vez fue material derretido con una temperatura entre 850 y 1200 grados.