Por: Gustavo Silva González ( g.silva@mexicotravelchannel.com.mx )
Conoce a detalle el origen antropológico del “Maratón Guadalupe-Reyes”. Del 12 diciembre al 6 enero (¿o hasta el 2 de febrero?), sincretismo Tonantzin-posadas-Rosca. Historia fiestas infinitas México, rituales y evolución cultural.
Diciembre en México no sólo huele a árbol de Navidad y ponche. Es un ciclo ritual que arranca con la Virgen de Guadalupe (12 de diciembre) y culmina con los Reyes Magos (6 de enero).
Entre ambas fechas se dan las posadas, los acimientos, misas, peregrinaciones, cenas y regalos.
Y claro. Como seguro lo imaginas… A ese tramo de celebraciones populares lo llamamos (con humor muy mexicano) “Maratón Guadalupe–Reyes”.
Más allá del meme, este periodo condensa historia, fe, comunidad y economía local, y tiene raíces que se hunden tanto en tradiciones mesoamericanas como en prácticas hispánicas que se fusionaron en la Nueva España.
El “maratón” no sólo es una cadena de fiestas. Es un calendario social donde la comunidad se reconoce, redistribuye afectos y renueva pertenencias.
¿Qué es el Maratón Guadalupe–Reyes? Del apodo popular al calendario ritual
El término Guadalupe–Reyes empezó a circular en los años noventa para nombrar, de forma simpática, la larga lista de festejos del 12 de diciembre al 6 de enero.
Con el tiempo, el apodo quedó instalado en medios y conversación cotidiana.
Detrás del guiño hay un marco ritual: los días guadalupanos, las posadas (16–24 de diciembre), Navidad, Año Nuevo…, cada uno con ritos y sociabilidades propias.
Es la temporada en la que nosotros los mexicanos celebramos casi sin pausa.
¿Tú sí has aplicado el Maratón Guadalupe-Reyes?

Raíces prehispánicas: De Tonantzin al Tepeyac Guadalupano
El maratón inicia el 12 de diciembre con la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac, sitio sagrado de Tonantzin, diosa nahua de la tierra y fertilidad, desde época azteca.
Antropólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) documentan este sincretismo: apariciones a Juan Diego en 1531 fusionaron devoción indígena con catolicismo, atrayendo peregrinos en danzas conchera que mezclan plumas prehispánicas con rosarios.
Esta transición definió la evangelización novohispana, convirtiendo el cerro pagano de Tonantzin en la Basílica de Guadalupe. Las romerías anuales preservan la cosmogonía mesoamericana, donde las montañas actúan como portales divinos, evolucionando hacia la “fiesta infinita” que cierra ciclos anuales al estilo de los calendarios mayas
Posadas: Evangelización en ritos de peregrinaje compartido
Desde finales siglo XVI, la primera posada documentada ocurrió en convento agustinos de Acolman, Estado de México, recreando vía crucis de María y José con cantos y piñatas.
Estas estrellas de siete picos, inspiradas en pecados capitales de Tomás de Aquino, simbolizaban tentaciones vencidas, adaptando ritos europeos a indígenas que veían en piñatas ecos de nahuales y ofrendas solares.
Del 16 al 24 diciembre, las posadas unen barrios con tamales, ponche y aguinaldos, extendiendo el maratón navideño.
Estudios antropológicos destacan su rol en cohesión comunitaria, fusionando posada bíblica con fiestas prehispánicas de renovación invernal.

Navidad y Año Nuevo: Cenas que cierran ciclos temporales
La Nochebuena, con su pavo relleno y bacalao importado, evoca la abundancia de la era posconquista, mientras que el Año Nuevo (el 31 de diciembre) fusiona uvas de la suerte y lentejas de prosperidad europeas sobre la tradición mexica de apagar fogones para honrar a Xiuhtecuhtli, el dios del fuego que renovaba el tiempo cada ciclo.
El “maratón”, término coloquial popularizado desde los años 90, encapsula esta cadena festiva de 25 días que los antropólogos denominan “emigración temporal festiva”: una pausa colectiva de labores para regenerar lazos sociales y el espíritu comunitario.
En Año Nuevo, rituales como barrer hacia afuera y salir con maletas viajeras unen lo sagrado con lo profano, preservando el equilibrio cósmico mesoamericano incluso en el contexto del urbanismo moderno

Reyes Magos: Cierre con oro, incienso y mirra ancestral
El 6 de enero culmina el maratón con la Rosca de Reyes, inspirada en el Evangelio de Mateo donde los magos orientales ofrendan oro, incienso y mirra al Niño Jesús, evocando tributos aztecas ancestrales a Huitzilopochtli, dios solar de la guerra y renovación.
La figurita del Niño Dios oculta genera mayordomías anuales (compromisos comunitarios de cuidar imágenes religiosas), ritual que el INAH vincula directamente a ciclos calendáricos prehispánicos de renovación temporal, donde dulces, chocolate caliente y tamales sellan prosperidad para el nuevo año.
Y claro, si te sale el “muñequito”, te tocará invitar los tamales para el 2 de febrero, Día de la Candelaria.

¿Por qué el “Guadalupe–Reyes” se siente infinito? ¡Descúbrelo!
1) Continuidad temporal: del 12 de diciembre al 6 de enero hay 21–26 días con ritos encadenados; en algunos lugares se extiende hasta la Candelaria (2 de febrero), lo que refuerza la sensación de “Fiesta Infinita”.
2) Comunidad y reciprocidad: Peregrinaciones, posadas y rosca redistribuyen regalos y alimentos, fortalecen liderazgos barriales y crean obligaciones festivas futuras (quien saca al Niño invita tamales el 2 de febrero, Día de la Candelaria).
3) Sincretismo vivo: Símbolos cristianos dialogan con formas mesoamericanas de medir el tiempo, construir identidades y celebrar en colectivo.
4) Economía estacional: Turismo de fe, ferias, mercados y compras navideñas movilizan servicios, transporte y hospedaje en ciudades y Pueblos Mágicos.
¡El Maratón Guadalupe–Reyes es más que una racha de reuniones y muuuucha fiesta! Es patrimonio cultural en movimiento.
Comprender su origen antropológico nos permite vivir la temporada con sentido, apoyar economías locales y cuidar la convivencia en calles y templos.
Y tú, ¿ya estás viviendo el maratón?
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