Así son las tradiciones navideñas de nuestros pueblos indígenas. ¡Conócelas!

Maggu Jasso / m.jasso@mexicotravelchannel.com.mx

La Navidad es una celebración que se vive en muchas partes del mundo, ya que en esta fecha se conmemora el nacimiento de Jesucristo; sin embargo, en las diferentes comunidades indígenas de nuestro país, esta fiesta más que un símbolo religioso, se torna en otro significado.

Por ejemplo, los tzotziles de Chiapas, los rarámuris de Chihuahua, los yaquis de Sonora y los pueblos de Oaxaca y Michoacán convierten diciembre en un carnaval de fe, tierra y risas, mezclando ritos prehispánicos con la llegada de los frailes en la Conquista en el año 1523.

Estas fiestas principalmente honran la fertilidad, la cosecha y la resiliencia cultural, creando rituales únicos que vale la pena conocer. ¡Y sí! ¡Aquí te los compartimos!

Abundancia agrícola en Chiapas

Empecemos por Zinacantán, en el corazón tzotzil de Chiapas!

Del 16 al 26 de diciembre, los habitantes se plantan frente al atrio de la iglesia a comer dulces de calabaza por las mañanas. Se comen nueve dulces, uno cada día, que simboliza los nueve meses de embarazo de la Virgen María.

Por las noches, algunas procesiones iluminan las calles y arman un belén (un Nacimiento) épico con dos Niños Dios representados como hermanos, un toque indígena que simboliza ciclos de vida y abundancia agrícola.

Esta dulzura extrema no es casual- Surge de la fusión católica con cosmovisiones mayas, donde la comida sagrada conecta cielo y tierra.

Espíritu nómada en Chihuahua

Más al norte nos encontramos con los rarámuris o tarahumaras de Chihuahua, conocidos como los corredores legendarios de la Sierra Madre.

En Navidad y Día de Reyes, esta comunidad danza de manera incansable frente a la Virgen de Guadalupe, con una vela encendida y bandera roja en mano, como en un maratón devota que dura horas.

La danza que realizan se le conoce como “danza de los matachines“, se trata de un ritual con danzantes en doble hilera vistiendo coronas de flores, plumas y cobijas coloridas, acompañados de violines, tambores y arpas. Inician al ocaso fuera del templo, entran para bailar toda la noche frente a imágenes sagradas como Onorúame (su dios padre-madre) o la Virgen, marcando el ritmo con pasos solemnes de flexión de rodillas, giros y zapateados que simbolizan devoción, unión comunitaria y resistencia cultural.

Es su forma de mostrar fe en movimiento, heredada de la evangelización pero potenciada por su espíritu nómada y resistente. ¡Imagina el sudor, los aplausos y la energía que contagia a todo el pueblo! Esta tradición une generaciones en un ritmo hipnótico que celebra la perseverancia indígena.

El guiso ceremonial de los yaquis en Sonora

En Sonora, los yaquis transforman la Navidad en una semana épica de danzas ininterrumpidas y sabores que reconfortan el alma, centrada en su icónico “waka back”, un guiso ceremonial rebosante de carne tierna, verduras frescas y garbanzos cocinados a fuego lento, siempre maridado con tepache fermentado que sube el ánimo como un shot de alegría indígena.

Estas celebraciones, que se extienden por días en sus ocho pueblos tradicionales como Vícam, Ráhum o Belem, fusionan la fe católica con ritos prehispánicos transmitidos oralmente de generación en generación, donde los danzantes –con sus máscaras y ropas bordadas– narran cuentos ancestrales de la creación del mundo yaqui, honrando a la tierra y al ciclo de la vida.

Lo especial radica en esa resistencia cultural. Durante la Conquista, los frailes trajeron el Niño Dios, pero los yaquis lo adoptaron a su modo, convirtiendo la fiesta en un retiro espiritual que rejuvenece cuerpo y espíritu, ¡y quién sabe, tal vez te inviten a zapatear con ellos si llegas con zapatos cómodos y ganas de sudar la gota gorda!

Una Navidad danzante en Michoacán

En Michoacán, los purépechas de la Meseta como en Tarímbaro y Paracho convierten la Navidad en un desfile danzante y artesanal que parece sacado de un cuento indígena, donde jóvenes y niños recorren las calles recogiendo paja y heno para armar el lecho del Niño Dios en pesebres únicos hechos de madera tallada, hoja de maíz, fibras vegetales y cera.

Figuras de la Virgen María, San José y el pequeño Jesús se rodean de escenas cotidianas como mujeres moliendo maíz en metates o danzantes de “Los Viejitos” y “Los Moros”, evocando ritos prehispánicos de fertilidad y comunidad.

En Quinceo, cerca de Uruapan, la fiesta Uarokua culmina cortando simbólicamente el cordón umbilical del Niño con pastorelas colectivas, una fusión de la Conquista donde frailes escenificaron la fe pero los purépechas inyectaron su magia ancestral de abundancia y unión familiar.

La Noche de los Rábanos en Oaxaca

En Oaxaca, el 23 de diciembre estalla la Noche de los Rábanos, donde indígenas zapotecos y mixtecos tallan rábanos gigantes. ¡Hasta de 3 kilos cada uno!

Además, recrean escenas bíblicas del Nacimiento, ofrendas prehispánicas y hasta caricaturas locales, exhibiéndolas en el Zócalo como un concurso efímero de arte vegetal.  

Esta tradición, nacida en 1897 de la escasez económica pero arraigada en su cosmovisión de la tierra como sagrada, fusiona lo católico con símbolos indígenas como flores y frutas, celebrando creatividad y ciclos agrícolas. ¡Un rábano como canvas es la prueba de que lo humilde se vuelve épico con manos oaxaqueñas, y dura solo una noche antes de marchitarse como la vida misma!

Estas tradiciones son especiales porque han trascendido años y hasta siglos… Mucho significado, pasión y amor se encuentran en ellas y son parte de nuestra comunidad.

¿Y tú, ya conocías sobre estas tradiciones de nuestras comunidades indígenas?

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