chencha la mocha

La bruja sin piernas: leyenda de Chencha la Mocha

La leyenda de Chencha la mocha es muy popular en el estado de Guerrero, especialmente en la ciudad de Iguala y pueblos cercanos, esta leyenda tiene diferentes versiones, pero la más popular es esta:

Comenzaba la década de los 30 y a un poblado cercano a la Laguna de Tuxpan, llegó un joven profesor rural llamado Francisco Salas que tenía una enorme vocación por la docencia por lo que al poco tiempo se instaló y comenzó las clases en una pequeña escuela en la cuales asistían niños de provenientes de la ciudad de Iguala y poblados aledaños; estos pequeños eran hijos de campesinos y jornaleros que aprendían las primeras letras gracias a la paciencia y dedicación con la que Francisco impartía sus clases.

Cerca de ahí vivía una mujer de nombre Crescencia y que era conocida como Chencha, la cual tenía el oficio de curandera y hierbera, mucha gente acudía a ella para curarse de dolencias, hacerse limpias y demás temas esotéricos, sin embargo, corría el rumor de que Chencha era una bruja que en las noches buscaba en las noches la sangre de pequeños inocentes. Por ese motivo ningún hombre se acercaba a Chencha con fines románticos a pesar de ser joven y bella.

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Francisco y Chencha se conocieron y la curandera rápidamente se hizo amiga del joven docente, al poco tiempo iniciaron un romance y a pesar de los rumores, chismes y habladurías sobre la verdadera identidad de Chencha, eso no le interesó, pues se comprometieron y como era de esperarse se casaron. Todo iba bien entre la pareja de recién casados y Chencha poco a poco fue ganándose la confianza de los alumnos de su marido, pues les regalaba golosinas y juguetes que los niños recibían con gusto.
El matrimonio de Chencha y Francisco era bastante normal, pero Chencha tenía la extraña costumbre de darle un té de hierbas a su esposo con el cual caía profundamente dormido. Pasaron los meses y Francisco comenzó a notar que sus queridos niños se encontraban débiles, desganados y los más pequeños tenían moretones en el cuello y el abdomen, además de que en el pueblo se sentía una especie de mala vibra en el ambiente por lo que los rumores de que una enorme ave surcaba los cielos merodeando las casas de los alumnos, no se hicieron esperar.

Un buen día un viejo velador visitó a Francisco y este cordialmente le invitó a pasar y le ofreció un jarro de café; mientras tomaba su bebida el velador de contaba a Francisco que una noche anterior mientras hacía su rondín se percató de una humareda que provenía del patio de una vieja vecindad abandonada, en silencio fue a averiguar y vio a la mismísima Chencha alrededor de una fogata con hierbas y como guajolotes muertos y vísceras de los mismos animales, con las que se untaba sangre e inmundicia en su cuerpo desnudo mientras decía algunas palabras en lenguas desconocidas mientras se iba transformando en un horrible pájaro que emprendió el vuelo. Muy enojado Francisco, corrió al pobre viejo de su casa mientras le gritaba que no se apareciera por ahí jamás.
Las cosas en el pueblo y con los niños no mejoraba, pues cada vez los niños se veían más desmejorados e incluso varios faltaban a clases debido a la debilidad. Las palabras del viejo velador se habían quedado grabadas en la mente de Francisco por lo que decidió espiar a su mujer; esa noche el profesor fingió beber el té que religiosamente le servía Chencha y pronto se fue a la cama y se hizo el dormido. En la madrugada sintió como Chencha se levantaba a hurtadillas de la cama y salía de la casa, Francisco salió tras ella muy sigilosamente, al poco tiempo llegaron hacia una arbolada donde Chencha recolectaba leña para hacer una fogata, mientras el fuego se avivaba tomó unos guajolotes y los sacrificó , comenzó a desnudarse y untarse la sangre de uno de ellos en el cuerpo, mientras arrancaba las piernas de la otra ave. Con horror y asco, Francisco vio como su esposa se arrancaba las piernas y las remplazaba con las del guajolote mientras se terminaba la transformación y emprendía el vuelo. Decepcionado y triste, Francisco se acercó hasta aquella fogata y notó un bulto que resultó ser las piernas humanas de Chencha, decidido arrojó las extremidades al fuego y esperó a que se consumieran por completo hasta que regresó a su casa a llorar su desgracia.

Al amanecer Francisco escuchó llantos y lamentos afuera de su casa y encontró a su esposa desnuda, llena de ceniza y en lugar de piernas tenía un par de huecos cubierto con una capa de piel en la que se podía ver la carne viva. A pesar de todo Francisco seguía amándola y estuvo dispuesto en ayudar a su mujer que estuvo postrada en una silla de ruedas de madera por el resto de sus días. La gente del pueblo al notar la discapacidad de Chencha despejaron los rumores y comenzaron a apodarla como Chencha la Mocha.