Cuentan los cronistas que el Cerro Cabezón fungió como centro ceremonial para el señorío de Olinteutli, durante la época prehispánica. Su nombre proviene del náhuatl se traduce como señor en movimiento, y vaya que lo tiene, pues gracias a sus senderos y formaciones rocosas, es uno de los destinos naturales más aclamados por los amantes del turismo extremo.
Se levanta imponente en la comunidad de Tepehican, a 15 minutos de Tlatlauquitepec, donde es considerado un símbolo para este Pueblo Mágico de Puebla. Gracias al clima que lo invade de octubre a enero, se crea un tapiz de nubes fascinante, otorgándole una atmósfera entre fantasmal y cuento de hadas.
Así que el Cerro Cabezón es más que perfecto para emprender una serie de actividades de aventura, que te mantendrás ocupado todo el tiempo, pero que sin duda vale la pena gozar. Entre sus intrépidas hazañas hay que caminar sobre un puente colgante que se balancea sin parar, mientras observas el grandioso espectáculo natural que se abre ante tus ojos.
Te puede interesar: Tlatlauquitepec: donde la aventura y la gastronomía conquistan los sentidos
La aventura continúa en Cerro Cabezón
Dicho puente colgante tiene una longitud de 200 metros de un extremo a otro extremo del Cerro Cabezón, con una altura que va desde los 80 hasta los 120 metros. Por cierto, durante la temporada navideña se coloca iluminación a lo largo de su trayectoria, para que las noches tengan otro sentido.
Después de cumplir la gran hazaña, entonces hay que descender las formaciones rocosas a rappel y lanzarse a través de una tirolesas, siempre bajo la supervisión de los guía o personal calificado, que también se encargará de colocar arnés, casco y todo el equipo necesario para cada uno de estos desafíos.
Si deseas visitar el Cerro Cabezón, hay que acatar todas las medidas higiénicas como llegar con grupos reducidos hasta su encuentro. Una vez en su espacio, también procura poner en práctica consejos como la sana distancia, gel antibacterial y, por supuesto, el uso constante de cubrebocas.