Cada leyenda que existe en nuestro país forma parte indispensable de la cultura colectiva y construcción de identidad. A través de la tradición oral hemos podido conservar historias que nos permiten entender otras épocas o explicarnos el mundo a través de los acontecimientos que son contados y reproducidos de generación en generación. Por ello, en México Travel Channel queremos compartirte un ejemplo de leyenda que ha sido parte importante en la tradición y cultura del estado de Tlaxcala.
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Leyenda El Tejedor de San Bernardino Contla
Tlaxcala es un estado reconocido por su belleza y enorme cultura, en la que las artesanías forman parte esencial porque en su mayoría conservan raíces indígenas a pesar de que en México existe una gran diversidad y fusión cultural desde que se llevó a cabo la colonización en nuestro país.
Cuenta la leyenda que a finales del siglo XIX se tejió el primer sarape de herraduras en el pueblo de San Bernardino Contla, Tlaxcala, específicamente en el barrio de Tlacatecpec. Y es justamente alrededor de esta artesanía que se construyó una historia que aún continúa vigente en las platicas de los abuelos tlaxcaltecas.
Según dicen que en esa época un hombre de elegancia notable llegó de la población de Apetatitlán y fue a buscar al tejedor más humilde de San Bernardino de Contla. Todos en la región sabían que el artesano era el mejor porque hacia hermosos trabajos que satisfacían hasta a los compradores más exigentes, y lo que el quería era un sarape blanco con un extraordinario diseño tejido.
Luego de visitarlo esa vez, siguió haciéndolo muchas más porque al tejedor no se le ocurría nada, entonces el hombre elegante siempre recibía la misma respuesta del artesano «Señor, no se me viene nada a la mente, nada que pudiera tejerse en un sarape blanco». Ante su respuesta, el comprador regresaba día tras día para ver si ya se le había ocurrido algo al tejedor.
Así pasaron muchos días hasta que por fin, cuando comenzaba la temporada invernal, el tejedor se sintió inspirado por el bello panorama que rodeaba al poblado de San Bernardino de Contla, donde el pasto se cubría por una delgada capa de nieve que por las mañanas contrastaba con la salida del sol.
Y fue en esa misma mañana que el hombre elegante llegó, como de costumbre, a preguntar por su sarape. Sin bajarse de su caballo tocó la puerta del tejedor, quien abrió con una gran sonrisa porque ya tenía idea de lo que tejería en el sarape blanco.
Contento al escuchar la noticia, el elegante caballero bajó del caballo y siguió al tejedor para ver el proceso para crear la bella figura en su sarape blanco. Sin dejar de prestar atención, vio cómo el artesano comenzó a tejer la figura de unas herraduras negras como las de su caballo. Mientras el tejedor realizaba su trabajo le dijo al comprador «¿Sabe lo que me inspiró a terminar su sarape? Observar por la mañana las huellas de su caballo en la nieve».
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El hombre se quedó maravillado, y cuando vio el sarape terminado juró que iba a pasear por todos los rincones de la región con él, y desde ese momento la blancura de la lana de borrego en contraste con las herraduras en el sarape se convirtieron en parte esencial de la artesanía tradicional de Tlaxcala.