Pamukkale es un paraíso turco de castillos de algodones que difícilmente uno puede olvidar. Junto a Estambul, Capadocia y Goreme, es uno de los sitios más emblemáticos de Turquía.
«Castillo de algodón» es un lugar lleno de piscinas naturales de aguas termales azules. En la parte superior se encuentra la ciudad de Hierápolis con diversas construcciones, entre las que destacan el tempo de Apolo, los baños termales, puertas monumentales y sin duda alguna la Necrópolis y el Anfiteatro, el cual tenía una foro estimado de 20 mil personas.
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Las aguas de estas piscinas naturales eran conocidas por sus propiedades naturales, a las cuales acudían numerosos romanos buscando la sanación en sus aguas color azul, que se pintan de este tono gracias a su mineralización por calcio y por cómo éste refleja una parte del espectro de luz.
El origen de estas piscinas naturales viene de los movimientos tectónicos que tuvieron lugar en la cuenca del río, que ocasionaron la aparición de numerosas fuentes de aguas termales.
Sus aguas con alto contenido de creta —roca caliza de la que se extraen la tiza—, bicarbonato y calcio dieron lugar al peculiar color blanquecino de esta zona natural.
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El rescate de Pamukkale
Durante varios milenios existió la tradición de irse a bañar a sus pozas. Sin embargo, en la década de 1990 la situación se salió de control: las personas acudían con jabones y entraban al Pamukkale con vehículos de gasolina; además, utilizaban sus aguas para abastecer las piscinas de los hoteles que fueron construidos encima de la formación y vertieron aguas residuales en el lugar.
Afortunadamente, tras ser declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, se pudo poner fin al mal uso que se le daba: se demolieron los hoteles, la rampa de asfalto se cubrió con pozas artificiales, se creó un canal alrededor de ésta para recoger el agua e impedir que se derramara, se dejó que las zonas dañadas por el mal uso se blanquearan con el Sol y se evitó llenarlas de agua para cubrir el deterioro, por eso muchas permanecen vacías.
El agua corre a través de acantilados de piedra caliza y al llegar a la cima, cae en cascada cuesta abajo, lo que ha originado con el tiempo la formación de terrazas blancas de travertino.
Para recorrer Pamukkale hay que hacerlo descalzo, para conservar el blanco impoluto de las terrazas de calcio, lo cual deja sentir sus cálidas aguas y la superficie accidentada del «castillo de algodón». En las piscinas artificiales ubicadas en las terrazas está permitida la estancia y bañarse en sus aguas, que rondan los 35 °C.
También es posible hacer el recorrido en globo para admirar todo el esplendor arqueológico y natural de Pamukkale. En lo que respecta al alojamiento, es recomendable hacerlo en la misma ciudad que se encuentra al pie del «castillo de algodón», y de ahí acceder a este paraíso natural. Sin embargo, existe una ruta trasera por la cual se puede subir en auto o en autobús.