Al igual como sucede con cualquier bebida o platillo, el origen del café es un tanto incierto. No hay documentos que nos hablen sobre su aparición antes del siglo XVI cuando se generó su consumo en Arabia, sin embargo, hay algunas leyendas que hablan sobre él antes de esa fecha, pero de forma más certera, fue en Arabia, se extendió por Europa y Asia hasta finalmente llegar a América en la Época Moderna. No obstante, a pesar de ser el último continente en obtener este delicioso grano, la orografía permitió que se crearan diversas plantaciones de café rápidamente a lo largo del continente.
Hay una leyenda de las cabras de Kaldi que muchos historiadores aceptan como el origen del café. Esta historia sobre el origen del café versa sobre un pastor que un día, como cualquier otro, salió con sus cabras y mientras ellas comían a su antojo, se dio cuenta que comieran unos frutos rojos. Sin embargo, el pastor se dio cuenta que las cabras estaban más inquietas que lo usual. Así que decidió recolectar algunos frutos de esos y probarlos. La primera impresión fue desagradable porque el sabor era demasiado amargo, al deshacerse de ellos, los echó al fuego y el delicioso olor inundó el lugar. Volvieron a probarlo, ya con las bayas tostadas y esa vez descubrieron el magnífico sabor que hasta la fecha conocemos.
Posteriormente, la extensión del café comenzó en el año 900, 300 años después de su descubrimiento. Los esclavos de Sudán comenzaron a llevarlo de Etiopía hacia Arabia, quienes tenían prohibido exportar los granos de café sin tostar. Y es hasta 1554 cuando en Constantinopla, Turquía abren la primera cafetería. El auge comienza a despertar el interés de los europeos que conocen la bebida como «vino árabe» y comienzan las aperturas de cafés en Londres, Venecia y Oxford.