Como parte de la mitología mexica, existe una leyenda que habla sobre Ahuízotl, el terrible monstruo prehispánico que ahogaba a los seres humanos elegidos por Tláloc, el Dios de la lluvia.
De acuerdo con las narraciones que pasaron de generación en generación, el Ahuízotl tenía el tamaño de un coyote, incluso se asemejaba a este animal. Pero contaba con características únicas, que lo hacían muy especial.
El Ahuízotl, que comúnmente es emparentado con la nutria o el perro de agua, poseía un pelaje gris, resbaladizo, duro y puntiagudo, además contaba con manos y pies de mono. Contaba con la libertad de desplazarse entre los manantiales, porque servía a las divinidades acuáticas.
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Fotografía de la década de 20s donde se puede leer “piezas recuperadas de las ruinas del Tepozteco”. Se puede ver la famosa pieza del ahuizotl, creatura mítica parecida a una nutria con una mano al final de su cola que vivía en los lagos de la cuenca de #México. pic.twitter.com/PB2LGxgAq7
— Tlatoani_Cuauhtemoc (@Cuauhtemoc_1521) August 12, 2020
El Ahuízotl, la bestia de las profundidades
Contaban los ancestros, que era imposible saber cuándo atacaría, pero al momento de ver remolinos en el agua, ranas o peces arrojados desde líquido vital, el miedo los invadía, porque era señal de que la bestia entraría en acción y, cuando lo hacía, de su cola salía una mano con la que ahogaba sus víctimas.
Se dice que Ahuízotl no actuaba solo, recibía las órdenes de Tláloc y Chalchitlicue, quienes hacían una selección de almas mortales para su sacrificio. Para llamar la atención, lloraba como un bebé o imitando el movimiento de los peces para atraer a los pescadores y así los atacaba.
Los cuerpos de las víctimas de Ahuízotl, eran hallados tres días después de ser ahogados, en muchas ocasiones carecían de ojos, uñas y dientes que eran arrancados por la bestia, además se honraban de forma especial, al ser considerados como los elegidos de estos Dioses y residentes del Tlalocan.