Puebla es un estado lleno de encanto arquitectónico y sobre la Avenida Juárez y la 17 Sur se encuentra una casa que despertó la curiosidad de propios y extraños, llamada la Casa de los Enanos, sobre la cual giran una gran cantidad de historias y leyendas.
La Casa de los Enanos es un inmueble de estilo francés que refleja el pasado porfirista de la angelópolis, en la que destacan sus amplios y bien recortados jardines, además sus láminas en las rejas y las ventanas oscuras que imposibilitan ver hacia el interior, lo cual levantó un sinfín de sospechas y generó una gran controversia.
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Leyendas de la Casa de los Enanos
Una de las tantas leyendas que rodean a este inmueble cuenta que de todos los descendientes de los dueños de la casa, únicamente quedaron dos hermanos (hombre y mujer) que no salían de la casa y terminaron enamorándose y teniendo hijos, de esa relación nacieron niños con deformidades que aparentemente paseaban por los jardines de la casa, por lo que recubrieron las rejas para que nadie los viera.
Otra asevera que una familia tuvo una hija deforme que salía a jugar al patio y por su aspecto asustaba a la gente, por eso las rejas fueron cubiertas con láminas y únicamente la gente de confianza podía ingresar a la Casa de los Enanos. Una más aseguraba que en su interior habían fantasmas, mientras que otros decían que la casa conectaba con antiguos túneles de Puebla
Sin embargo, todo eso resultó ser falso. Su historia se remonta a 1890, cuando una familia de origen italiano de apellido Giancopello, mando a construirla hasta que, por razones desconocidas, una de las hijas se quitó la vida y tras la revolución quedó deshabitada.
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Para 1930, la mansión fue adquirida por un empresario español que se casó con una poblana y tuvieron tres hijos. Tras la muerte del nuevo dueño, la familia se preocupó por preservar los muebles estilo Luis XV, por lo cual las ventanas se volvieron oscuras para impedir que la luz dañara el mobiliario.
Años más tarde, la Casa de los Enanos abrió sus puertas al público para erradicar los mitos y leyendas que giraban en torno a ella, convirtiéndose en una atracción con toques tétricos y fantasmagóricos. En 2019, se convirtió en la sede de Casa Besing.