El Centro Histórico de la Ciudad de México es considerado como el corazón de la capital o al menos eso es lo que indican los libros y registros, pero todo chilango que se respeta sabe que no es así, el epicentro de la CDMX es Tepito, mejor conocido como el «Barrio Bravo«, el cual encierra una increíble historia y mucho folklor.
Tepito se encuentra ubicado en la tradicional y siempre viva colonia Morelos, y su tradición y personalidad se extiende hasta Garibaldi, la Guerrero y la Lagunilla, zonas que a lo largo del tiempo se han convertido en un claro ejemplo de comunidad y resistencia.
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Significado de Tepito
Diversos historiadores aseguran su nombre tiene origen náhuatl, y es una derivación de teocatl-tepiton, que se traduce como «pequeño templo». En el corazón de la vida chilanga existió durante la época colonial un templo católico llamado San Francisco Teocaltepiton hasta dar lugar a Tepito.
Existe otra versión que asegura que su nombre proviene de la frase «Te pito«, frase que era empleada por los habitantes de la región mientras hacían guardia y era una forma de avisar cuando la policía se aproximaba, actividad que hasta la fecha se sigue realizando.
El «Barrio Bravo» en la época prehispánica
Tepito era una de las fronteras de Tenochtitlán y Tlatelolco y fue uno de los tantos puntos que se opuso a la a la colonización de mexicas y tlatelolcos, tras la inminente derrota, Hernán Cortés decidió relegar al «Barrio Bravo» a los márgenes de la nueva Ciudad de México.
Una vez colonizado, fue controlado mayormente por los originarios tlatelolcos y se le empezó a conocer como San Francisco Teocaltepiton y recibió la categoría de república de pobladores originarios, esto le permitía tener cierta autonomía y respeto a sus usos y costumbres.
Tras la Independencia, Tepito vivió un proceso de reordenamiento y se convirtió en una zona olvidada (1870) debido a la escasez de agua y comenzó a poblarse de criminales, prostitutas y prófugos de la justicia, aunado a ello, la zona se convirtió en un gran basurero.
El origen del tianguis
En 1874 se permitió la apertura de pozos para los habitantes y 10 años después comenzaron a trazarse las calles de la emblemática colonia Morelos, aquí vivían familias de albañiles, carpinteros, agricultores y demás oficios de índole humilde. Mientras que el demás porcentaje de la población se dedicó al comercio informal hasta apoderarse del templo de San Francisco, junto con los comerciantes reubicados del Centro Histórico y la Lagunilla.
A principios del siglo XX la mayoría de las personas que habitaban Tepito lo hacían en casas individuales; sin embargo, con el tiempo se convirtieron en vecindades, con sus icónicos lavaderos, que a la postre se convirtieron en el punto de reunión para los habitantes de la comunidad.
De estas vecindades se cree que se crearon los túneles y pasadizos que eran y son utilizados por los delincuentes para huir de la policía y esconderse. Tras la Guerra Cristera empezaron a llegar zapateros del Bajío, de ahí que muchos años el «Barrio Bravo» se dedicara a la industria del calzado.
Años más tarde (1950), la situación se salió de control y Tepito se volvió en el epicentro del comercio informal, la delincuencia, la prostitución y la piratería, dando paso a la importación de productos chinos de buena calidad pero a un menor costo, esto dio paso a que las vecindades se convirtieran en impresionantes bodegas y el barrio en una fortaleza de la informalidad y la delincuencia.
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El gobierno capitalino trató de toda costa de regularizar el comercio; sin embargo, esto no fue posible y el comercio informal siguió creciendo y se volvió un centro comercial urbano de fayuca. Tras el terremoto de 1985 comenzó el abandono de hogares y los inmuebles olvidados se convirtieron en un centro de actividades ilícitas.
Un barrio de drogas y delincuencia
Por último, Tepito terminó por transformarse y se volvió en el mayor centro de venta y distribución de drogas de la CDMX y de piratería. Actualmente en el tianguis de Tepito se puede encontrar de todo, desde ropa, calzado, electrodomésticos, aparatos eléctricos, entre muchas otras de dudosa procedencia que se venden a precios accesibles. Siempre guiados por sus propias reglas de lealtad, las cuales se ven reflejadas en el dicho: «El barrio no roba al barrio; perro no comer perro«.