El documental Yermo muestra una reflexión del cineasta mexicano Everardo González en tierras ajenas, donde la fragilidad del hombre se compara ante la inmensidad de 10 desiertos del mundo.
«(El desierto) Nos dice lo vulnerables que somos, qué tanto necesitamos de los círculos sociales más cercanos para hacer frente a la hostilidad, cuál debe ser nuestra relación con la flora y la fauna y la vastedad nos obliga a la introspección», comentó el cineasta.
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Desde 2015, Everardo siguió su proyecto en varios desiertos del mundo junto al fotógrafo mexicano Alfredo de Stefano para documentar el trabajo artístico del cineasta.
Yermo tuvo como primera parada Mongolia, donde tuvieron problemas al descifrar el camino del proyecto.
Sin embargo, fue en 2018 cuando Yermo tomó el rumbo que querían para sorprender al mundo y el cual llega a las salas de cine el 12 de agosto.
Yermo traslada a los espectadores por la vida de los desiertos
El documental no revela la locación de sus desiertos por decisión del director, pero revela el espacio entre uno y otro gracias a las personas que habitan entre cada espacio.
“Decidimos no nombrar en qué desierto están filmadas las escenas porque daba poca libertad de edición (…) si nosotros descontextualiza vamos la ubicación y la hacíamos una sola secuencia permitía que el personaje fuera el desierto como un todo, no necesariamente el Gobi, el de Chihuahua, Atacama o Arizona”, asegura.
Aquí podemos ver escenas cotidianas de gente que habita los espacios, mujeres cocinando, hombres trabajando la tierra, una madre amamantando a su bebé y otra cantando canciones a su hijo.
“El tiempo que tenía para grabar era el tiempo en el que Alfredo hacía su fotografía, eso podía ser una hora o 15 minutos, fue muy azaroso (…) no había tiempo para pedir permiso y aprovechando la confusión te metes y la gente está un poco como ‘¿qué hace este cabrón acá?, ¿cómo se metió aquí?’ y el resultado fue eso, una cámara muy intrusiva”, narra.
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Gracias a los diálogos que capturó de la gente, la cinta tuvo más dirección.
“Fue un alivio entender lo que decían de mí porque sentía que no había película (…) cuando llegó ese momento (de entenderlos) hizo que me riera y fue un alivio», comentó.