¿Sabías que la charrería es Patrimonio de la Humanidad?

Se consolidó como tal desde el siglo XIX con el impulso de la leyenda de Ponciano Díaz, inmortalizado en corridos 

Charrería
Jimena Bernal

Como es costumbre, septiembre es cuando más exponemos con orgullo nuestro lado patriótico, así que enaltecemos toda actividad y folclor que representa la identidad de nuestro país, como es el caso de la charrería.

Sin embargo, esta tradición está tatuada en el alma de varias familias mexicanas, quienes la practican y difunden con honor en cada actividad que organizan al año a nivel nacional y por el mundo. Tal es su trascendencia, que desde 2016 la UNESCO reconoce a la charrería como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.

Pero, ¿cuál es su historia y por qué es importante para esta nación? Se dice, que a Hidalgo se le conoce como “la cuna de la charrería”, considerada como un arte y disciplina que se deriva de las actividades ecuestres y tradiciones ganaderas.

De acuerdo con la Federación Nacional de Charrería, efectivamente nació en dicho estado al interior de las haciendas, hasta extenderse por toda la Nueva España, para florecer en el Virreinato de la Nueva Galicia, es decir, en lo que ahora conocemos como Jalisco y sus alrededores.

 

El origen de la charrería

Fue en 1880 cuando surgió como la conocemos ahora y, además, hizo su aparición el famoso “Charro Ponciano”, inmortalizado en la memoria de mucha gente conocedora, no solo por sus grandes hazañas, también por las canciones y corrido en su honor.

Originario de la Hacienda de Atenco en Hidalgo, la leyenda de apellido Díaz,  impulsó el crecimiento de la charrería, convirtiéndola en un verdadero espectáculo, que combinaban esta disciplina con la tauromaquia, para ser el primero en realizar la suerte de banderillas a caballo, inventada por Ignacio Gadea, otro de los grandes charros mexicano.

La primera exhibición internacional de la charrería fue en 1889 en España y cinco años después viajó hasta  Nueva York, donde recorrió varios lugares de Estados Unidos, donde a don Vicente Oropeza, lo nombraron como el “Campeón de Lazo en el mundo”, al sorprender por su maestría y destreza con que floreada y lazaba.

A principios del siglo hubo otra expedición de charrería en París, de donde sus exponente regresaron llenos de gloria ante la aceptación que tuvieron con el público europeo. Desde entonces recorre el mundo.

Otros detalles de la charrería

Gracias a la Reforma Agraria de principios del siglo XX fue catalogada como “el deporte nacional” y para mantener su popularidad, se consolidaron grandes asociaciones, las más importantes son la Asociación de Charros de Jalisco, la Charros de Morelia y la de Charros Regionales de La Villa.

Actualmente el espectáculo se divide en nueve suertes: la calada de caballos, piales en el lienzo, coleadero, jineteo del toro, faena de la terna en el ruedo, jineteo de yegua, manganas a pie, manganas a caballo y paso de la muerte.

Es su indumentaria que también forma parte esencial de la charrería, así que vemos a los jinetes con sombreros de ala ancha, chaparreras, botín de una pieza, cinturones piteados, calados o cincelados y la pachuqueña.

Pero además cuentan con trajes típicos entre los que encontramos el de etiqueta, gala, media gala y faena que se acompañan por accesorios como las reatas, hechas de lechuguilla e ixtle, la fibra de maguey.

La charrería también cuenta con la participación de mujeres, que portan con orgullo la indumentaria de la famosa  escaramuza. Ésta se  divide en tres clases: el vestuario de Adelita, China Poblana y el de charra de Etiqueta, sin faltar el tradicional rebozo, sombrero charro de cuatro pedradas, calzonera y botines de una pieza.

Una herencia nacional que seguirá en el gusto de muchas generaciones, así que continuemos disfrutando de la charrería, no solo en las Fiestas Patrias, afortunadamente es una actividad con presencia a lo largo del año.