En temporada de frío, nada mejor que uno de los cobertores San Marcos, sumamente característicos por sus grandes estampados, colores llamativos y material de fibra acrílica. Comercializados a lo largo y ancho de México, era muy común encontrarlos en las ferias de pueblo.
Los cobertores San Marcos hoy son «genéricos» —por llamarlos de algún modo—; cualquier cobija con un estampado llamativo se hace pasar por uno de éstos, pero ya no se fabrican desde hace tiempo. Por eso, ten cuidado con las copias que pretenden ser «legítimas», con todo y logotipo.
Los cobertores San Marcos tenían una gran demanda allá por las décadas de 1970 y 1980, pero era algo que no se aceptaba: muchas personas lo catalogaron como un producto «corriente» y lo asociaron a los hogares más humildes.
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El clasismo era tal que los cobertores San Marcos estaban profundamente ligados a las clases populares de México, esto debido a su costo: en 1982 rondaba los 200 y 300 pesos.
Lo cierto es que había cobertores San Marcos en la mayoría de los hogares mexicanos, sin importar su nivel de ingresos, pues sus materiales eran resistentes y sus monumentales estampados los hacían más atractivos.
Los estilos y diseños eran múltiples, desde animales hasta cascos de la NFL; pero los más comunes eran los que portaban unicornios, el emblemático tigre, caballos y águilas, entre otros. Eran considerados una herencia familiar que pasaba de generación en generación.
¿Cómo nació el cobertor San Marcos?
Los cobertores San Marcos comenzaron a fabricarse en la década de 1970, luego de que el empresario textil Jesús Rivera Franco hallara una nueva forma de fabricar cobijas con estampado que fueran lo bastante calientes para proteger de las bajas temperaturas.
Aquel empresario que murió en el año 2009, fue un pionero en los procesos industriales de México en la rama textil y esto se debió a que en un viaje a España descubrió una nueva forma de fabricar tan hermosas cobijas.
Jesús Rivera tenía su empresa llamada Grupo Textil San Marcos en el estado de Aguascalientes, donde residió desde los seis años de edad, luego que su familia partiera de Teocaltiche, en Jalisco, a causa de la Guerra Cristera, en la década de 1920.
La historia de esta empresa inició en una fábrica de sombreros en Aguascalientes, pero ante la escasez de mano de obra tuvo que mudarse a Jalisco; sin embargo, el empresario decidió quedarse en tierras hidrocálidas para aprender a confeccionar otras prendas como sarapes.
Posteriormente, laboró en una fábrica en San Luis Potosí y renunció para volver a su querido Aguascalientes, donde abrió un taller en 1950; creció tanto que a finales de los años ochenta llegó a tener una decena de plantas industriales.
Tiempo después, Rivera Franco decidió incursionar en el mundo de bienes raíces, vendiendo así Grupo Textil San Marcos al consorcio regiomontano Celulosa y Derivados (Cydsa), el cual se dedicaba principalmente a crear hilos acrílicos, fertilizantes y otros productos químicos.
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Tras esa operación, Cydsa se convirtió en el más grande consorcio manufacturero de productos de acrílico en México, mientras Rivera Franco abrió otra empresa que años más tarde debió cerrar operaciones por problemas económicos y legales.
En 2009, Cydsa sufrió el mismo mal y tuvo que cerrar su planta en Aguascalientes, por eso se dejaron de fabricar los cobertores San Marcos. Se dice que la debacle de este negocio se dio con la llegada de productos similares de otros países, luego que el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari diera apertura a las fronteras comerciales.
También se dice que Tomás González Sada, quien encabezaba Cydsa, tuvo serios problemas económicos tras la fusión con Grupo Textil San Marcos, lo que derivó en un conflicto de la iniciativa privada de Aguascalientes con la de Nuevo León.
Cydsa había reportado pérdidas netas anuales de 749 millones en 2003, lo cual fue uno de los motivos que obligó a cerrar la planta donde se elaboraban los cobertores. En la actualidad sigue operando y es dueña de otras marcas, como sal La Fina, entre otras.