¿Sabías que en el Metro de la CDMX hay una pirámide? Así es, por extraordinario que parezca, en la Línea 2 (azul) de este sistema de transporte se encuentra Ehécatl, un pequeño monumento arqueológico que suele pasar desapercibido ante los ojos de las usuarios.
A diario, miles de personas transitan por pasillos, andenes y vagones del Metro de la CDMX; debido al ritmo de vida tan acelerado, solemos perder detalle de lo que existe alrededor. Un claro ejemplo es la pirámide de Ehécatl, que se encuentra en la estación Pino Suárez, a escasos metros del transbordo con la Línea 1 (rosa).
De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), esta es la «zona arqueológica más pequeña de México» y la más concurrida, debido a la gran cantidad de usuarios que transitan a diario por ahí, por eso puede ser admirada en un año por 54 millones de personas, cifra 21 veces mayor a Teotihuacán, estima el organismo.
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Aunque la pirámide de Ehécatl no está registrada administrativamente como zona arqueológica, es una de las más conocidas y frecuentadas por miles de capitalinos y turistas que hacen uso del Sistema de Transporte Colectivo Metro.
Este monumento arqueológico se encuentra asentado en un área de únicamente 88 metros cuadrados y sus proporciones apenas alcanzan los 10.7 x 7.6 x 3.7 metros.
De acuerdo con investigadores del INAH, la pirámide de Ehécatl formó parte de un gran adoratorio ubicado en la calle José María Izazaga y constaba de un patio de enormes proporciones, escalinatas en tres de sus lados, adoratorios al centro, celdas habitacionales conectadas entre sí, canales y muros que constituían un corredor con acceso de Iztapalapa hasta Tenochtitlán.
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Hallazgo de la pirámide de Ehécatl
Fue hallada entre 1968 y 1970 por parte de Raúl Arana Álvarez, arqueólogo adscrito al INAH. Desafortunadamente, la mayor parte de su estructura se vio afectada con la construcción del Metro.
Este pequeño recinto arqueológico data del año 1400 d.C. y allí fueron encontradas diversas piezas de alfarería, así como otra serie de vestigios, como La Monita, una figura que representa la figura de un mono (ozomatli) que porta la máscara del dios del viento Ehécatl, además de una par de serpientes, una enroscada en su base y otra que simulaba ser la cola del primate.
Los trabajos de excavación y rescate de la pirámide de Ehécatl comenzaron en 1967 bajo la dirección del arqueólogo Jordi Gussinyer. Este recinto cuenta con cuatro etapas o periodos de construcción estructural, similares a los del Templo Mayor, y su base circular sirvió como pedestal para colocar la representación de la deidad en su parte más alta.