Monterrey es más que el Cerro de la Silla, el Parque Fundidora o el Paseo Santa Lucía, es un epicentro de historia, cultura y tradición. Uno de sus recintos con mayor historia es el Palacio y Cerro del Obispado, un dúo magnífico que combina el pasado con lo natural.
Vestigios del pasado de Monterrey quedan muy pocos pero muy importantes, uno de ellos es el Palacio y Cerro del Obispado, cuya historia del palacete data del 1787 y se encuentra en el cerro que originalmente se llamó loma de la Chepe Vera, debido a que se encontraba cerca de las tierras de un célebre personaje de la época llamado José Vera, y posteriormente fue bautizado como Cerro del Obispado.
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El palacio fue construido a petición del obispo fray Rafael José Verger para que fungiera como su casa de reposo y oración, posteriormente fue empleado para distintos usos, como centro religioso, fortaleza militar debido a su privilegiada ubicación, desde donde se divisa toda la ciudad, así como cabaret, sanatorio y dispensario médico.
Durante la invasión de Estados Unidos, el Cerro del Obispado fue un impresionante bastión en el que se desarrolló la Batalla de Monterrey durante el mes de septiembre de 1846 cuando las fueras norteamericanas tomaron la plaza e izaron la bandera de las barras y las estrellas en lo más alto del cerro. También fue pieza clave durante la intervención francesa y la Revolución Mexicana.
En 1932 el palacio fue reconocido por las autoridades federales como monumento colonial. En 1946 fue restaurado por primera vez tras diversos acontecimientos históricos que dejaron cicatrices en su estructura y en 1956 abrió sus puertas al público como el Museo Regional del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en el norte de México.
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Hoy en día el Palacio y Cerro del Obispado son un emblema de Monterrey. La belleza del Palacio del Obispado radica en su hermosa fachada de estilo barroco, además de una pilastra que engrandece su impresionante cúpula, así como un nicho donde se encuentra una figura de la Virgen de Guadalupe. Todo complementado con las dos pequeñas torres de su campanario y las majestuosas vistas de la ciudad.
Es por eso que el Palacio y Cerro del Obispado se han convertido en una parda obligada de Monterrey para conocer su pasado y admirar su presente.