Salar de Uyuni, el «espejo del mundo»

Este destino en Bolivia es el lugar donde el horizonte no existe y se funde con la bóveda celeste

Salar de Uyuni, el "espejo del mundo"
Foto: @amazingdestinations.ad/Instagram

El Salar de Uyuni, en Bolivia, es un destino mágico e impresionante que atrae las miradas y causa una sensación indescriptible; este oasis desértico se caracteriza por el contraste entre azul del cielo y el blanco de sus sales, donde el horizonte prácticamente no existe.

Impresionante paisaje salino de más de 10 mil kilómetros cuadrados, en las noches del Salar de Uyuni se puede admirar la Vía Láctea y, en el día, la fauna de la Reserva Natural Eduardo Avaroa. Este destino está considerado como una de las vistas más extremas y destacadas de todo el mundo.

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Salar de Uyuni: paraje infinito

Este es uno de los desiertos más grandes del planeta, producto de los lagos prehistóricos que se evaporaron tiempo atrás. En el Salar de Uyuni, la corteza de sal se extiende hacia el horizonte hasta fusionarse con el cielo, por lo que te da la sensación de que caminarás en la nada.

Además de sal, el Salar de Uyuni tiene millones de toneladas de litio, convirtiéndolo en la reserva más grande de este metal. Aquí también se procesa la sal para consumo humano y para la construcción; de hecho, este destino alberga el primer hotel de sal en el ámbito internacional.

Durante algunas temporadas del año, los lagos cercanos se desbordan y una capa de agua transforma la llanura en un impresionante reflejo del cielo, creando un hermoso paisaje —como ningún otro—, por eso es conocido como el Espejo del mundo.

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Los mejores meses para visitar el Salar de Uyuni y disfrutar de sus mágicos espejos de agua son marzo y abril. Así que no olvides incluir este destino boliviano en tu lista de viajes, cuando las condiciones sanitarias lo permitan.

Al atardecer, la planicie de Uyuni pareciera estar nevada y los destellos entre los granos de sal van perdiendo poco a poco su brillo conforme cae el Sol. Una vez despierta la noche, el cielo y el horizonte se entrelazan de forma espectacular, como si se tratase de una bóveda celeste sin fin.