El Palacio de Bellas Artes es un monumento arquitectónico de México que ha sido testigo de los más destacados artistas nacionales y extranjeros. En un interior alberga otra personalidad: un telón de cristales Tiffany, único en el mundo.
Este recinto, inaugurado el 29 de septiembre de 1934, originalmente se pensó como el nuevo Teatro Nacional pero se convirtió en el Palacio de Bellas Artes. Su exquisitez se refleja en todos sus rincones, uno es la Sala Principal, espacio diseñado para acoger a mil 396 personas.
Pero algo verdaderamente roba el aliento: su cortina o telón de cristal, el cual está decorado con una postal de los volcanes que resguardan el Valle de México (Popocatépetl y Iztaccíhuatl).
Está formado por 206 tableros de 0.90 metros cuadrados cada uno y cerca de un millón de piezas de cristal opalescente. Mide aproximadamente 12.5 metros de alto por 14.5 metros de ancho, con un espesor de 32 centímetros y pesa cerca de 22 toneladas.
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Historia del telón de cristales Tiffany
En el marco de la celebración del Centenario de la Independencia de México, Porfirio Díaz, expresidente de México, encargó al arquitecto italiano Adamo Boari la construcción del nuevo Teatro Nacional con los más modernos avances de la arquitectura.
En su ardua labor ideó una imponente sala de espectáculos, la cual debería tener un telón que resguardara la seguridad de los asistentes en caso de incendio (algo común en aquellos años). Por esa razón se mandó a construir esta joya elaborada con cristales opalescentes de la prestigiosa Casa Louis C. Tiffany, de Nueva York (Estados Unidos).
Ante tal encargo, Louis C. Tiffany envió a México al escenógrafo Harry Stoner, quien se encargó de consumar el diseño con la impresionante vista del Popocatépetl e Iztaccíhuatl, fieles guardianes del Valle de México.
El telón de cristal está elaborado con una doble pared metálica; por la parte trasera tiene una lámina acanalada de zinc y por el frente, una lámina bronceada compuesta por 206 recuadros que sirven como bastidor de la cortina. Los cristales opalescentes de dos centímetro y diferentes colores son refractarios al calor.
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Estas piezas fueron colocadas como rompecabezas sobre un mortero especial en el que, en forma de ventanal, se aprecia el Valle de México, con la famosa técnica de vidrio de la prestigiosa marca Tiffany.
La construcción del telón de Bellas Artes culminó en 1911, año en el que se exhibió en Nueva York y fue enviado a México en un buque. Su ensamble terminó en 1912, cuando el recinto aún era el Teatro Nacional.
Esta cortina de 22 toneladas se sube mediante una consola de mando, pues no se dobla ni se enrolla; es una estructura fija que asciende en 90 segundos en completo silencio, dejando al descubierto el escenario.
El historiador estadounidense Hugh F. McKean, estudioso de los archivos de Tiffany, escribió: «El destino de esta obra es un homenaje al pueblo de México, que la considera uno de sus tesoros nacionales (…) Puede decirse que (…) el magnetismo de la cortina radica en sus propia personalidad, que fue resultado de la creación de muchas personas inteligentes».