Como testigo silencioso aún permanece de pie la maravillosa y, a la vez sencilla, Puerta de Mar, que en su época dorada era la gran fortaleza de la capital de Campeche, la cual se ubica frente a la Plaza Cívica Moderna.
Demolida a finales del siglo XIX, la Puerta de Mar fue la primera entrada a la Ciudad amurallada, cuando eran embarcaciones las que llegaban hasta su encuentro, no como ahora que es recorrida y atravesada por peatones.
Fue hasta 1957 cuando se volvió a reconstruir y 40 años después se unió con un nuevo lienzo de muralla, al Baluarte de Nuestra Señora de la Soledad. Es así como permite observar una fachada simple, cuya vista se dirige hacia el mar.
Además, cuenta con un portón de arco de medio punto, donde sobresale un galeón labrado en la piedra. Cuando se está de pie bajo la puerta, puede verse al otro extremo de la ciudad la vieja Puerta de Tierra.
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¿Qué tesoros hay después de la Puerta de Mar?
Sobre la Puerta de Mar hay restos del garitón de vigilancia y las escalerillas que daban acceso al paso de ronda. Justo en este punto es donde inicia el famoso andador cultural de la Calle 59, considerada como el circuito más famoso y bello de la capital del estado.
Sobre esta travesía lucen algunos de los edificios más representativos, como la Casa del Teniente Rey o la Iglesia San Francisquito. Por su importancia, también alberga una serie de curiosos, deliciosos y tradicionales restaurantes-cafeterías con terrazas, donde se puede pasar una tarde en completa tranquilidad.
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Además, la Calle 59 es ideal para el shopping, pues cuenta con varias tiendas y boutiques, donde se pueden adquirir desde artesanías hasta artículos de exquisito diseño. Por la relevancia que adquiere la ciudad de Campeche, en este mismo sendero arquitectónico no pueden faltar las galerías de arte.
Una vez que atraviesas la Puerta de Mar, se puede registrar el malecón y las puestas del Sol sobre el océano. También se avista una hermosa escultura de bronce, que detalla la silueta de una mujer conocida como la Novia del Mar, que rinde homenaje a un poema de José Narváez Márquez.
Este paisaje es el lugar del Bazar Artesanal Ah Kim Pech, un espacio lleno de hamacas y mecedoras, bordados y objetos hechos con madera o palma de jipi, petates y abanicos pintados a mano.
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