Xochimilco es una alcaldía que encierra mucha historia y tradición, pero sobre todo está repleta de leyendas basadas en seres buenos y malvados que durante generaciones le han dado vida a las creencias de la gente, tal es el caso de La Bruja de Xaltocan.
La Bruja de Xaltocan, una mujer que aterroriza en Xochimilco
La leyenda de la Bruja de Xaltocan narra que hace decenas de años, durante las fiestas de San Pedro Oztotepec, que se realizan en el Barrio de la Asunción en la alcaldía Xochimilco, un grupo de amigos (hombres y mujeres) se encontraban festejando hasta que llegada la madrugada decidieron partir de regreso a sus respectivos hogares.
Poco a poco el grupo de amigos comenzó a dispersarse y cada uno tomó el camino de regreso a su hogar a través de las brechas que cruzaban por el río que desemboca en la Presa de San Lucas. Una de ellas, cuyo nombre era Felipa Sánchez, se encontraba más agotada que de costumbre tras los intensos festejos, por lo que decidió caminar en compañía de dos amigos dando grandes zancadas para llegar más rápido a su casa.
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Muy cerca de la orilla del río, Felipa Sánchez escuchó el llanto que provenía de los árboles, despertando su curiosidad y espanto; sin embargo, prosiguió con su camino pero el llanto era cada vez más perceptible, motivo por el cual le pidió a sus amigos que revisaran el lugar porque posiblemente alguien necesitaba ayuda.
Uno de sus acompañantes, de nombre Jacinto, se percató que en la copa de un enorme árbol se encontraba un mujer atorada entre las ramas. Entre él y el otro joven la ayudaron a bajar de forma cuidadosa y la colocaron sobre el pasto.
Al recostarla sobre el césped se percataron que a aquella mujer de nombre Inés le faltaba la mitad de sus piernas y su cuerpo estaba bañado en sangre. Atónitos y paralizados, la mujer les sonrió para agradecerles tal gesto, pero su sonrisa no era normal, sino irónica.
Como pudo, la mujer se arrastró al pie del árbol y recogió una olla y una escoba de varas mientras pedía a los jóvenes que le ayudarán a ponerse de pie y que la llevaran a su casa ya que había sufrido un accidente y su esposo aguardaba por ella en su casa en Xaltocan.
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Los acompañantes de Felipa Sánchez decidieron ir hasta la casa de aquella mujer y cumplir con la encomienda de Inés, quien no podía moverse y les había solicitado ir por sus piernas. Al llegar a la casa de la misteriosa fémina tocaron la puerta y salió un señor que dijo ser su esposo, al cual le contaron lo que había pasado.
Los jóvenes le pidieron al supuesto esposo de Inés que los dejara pasar a la cocina ya que ahí se encontraban las piernas de la mujer. Al escuchar eso, el hombre quedó asombrado y decidió acompañarlos, al llegar a la cocina encontraron las piernas en forma de cruz de la Bruja de Xaltocan y recordaron que parte de la encomienda era no retirar la ceniza de los muñones y envolverlas con cuidado para llevarlas camino a Xochimilco.
Una vez que recogieron las piernas partieron de regreso con el esposo de Inés, al llegar miraron con asombro cómo la mujer retiraba la ceniza de sus piernas y unía los muñones con sus muslos. Jacinto le preguntó al esposo de la mujer si no sabía lo que hacía su esposa, a lo que él respondió que no tenía idea ya que todas las noches caía en un profundo sueño.
Luego le enseñaron la olla que estaba repleta de sangre y el esposo exclamó: «¡Con razón siempre me quiere dar moronga en el almuerzo!». La sangre procedía de las heridas de las piernas de la Bruja de Xaltocan y de sus víctimas. Al enterarse de lo sucedido, los habitantes del pueblo de Xaltocan, Xochimilco, decidieron quemarla viva; sin embargo la Bruja de Xaltocan logró huir en compañía de su esposo.