Quizá muchos recuerden el Muelle de San Blas por la famosa canción del mismo nombre de la banda mexicana Maná; sin embargo, esta composición también forma parte de la historia que encierra este lugar, también conocido como el Muelle del desamor.
Se trata de la vida de Rebeca Méndez Jiménez, quien se enamoró de un marinero que zarpó hacia el mar con la promesa de volver. Sin embargo, los días pasaron y ella no recibió noticia alguna de su amado.
Al igual que una Penélope (personaje del poema épico La Odisea), Rebeca esperaba a su amado vestida de novia en el Muelle de San Blas, en Nayarit. Desafortunadamente, un día una fuerte tormenta le arrebató la vida a su enamorado —al menos eso cuenta la historia—.
Testimonio sobre el Muelle de San Blas
Hace algunos años, Blanca Leticia Suárez Méndez, hija de Rebeca, rompió el silencio y destapó la «verdadera historia» de su madre. Ella aseguró que su progenitora no estaba loca, como aseguran, sino más bien enamorada.
De acuerdo con el relato de Blanca Leticia, su madre no aguardaba en el Muelle de San Blas a un marinero; por el contrario, esperaba a alguien más, cuyo nombre nunca reveló ni revelará —aseguró que ese secreto lo llevará consigo a la tumba—.
La hija de Rebeca Méndez afirmó que la historia de su madre comenzó en Guadalajara, lugar donde creció y cobró cierta popularidad gracias a su talento para cantar.
Pese a su talento y encantadora voz, Rebeca no habría podido cristalizar su sueño de ser cantante ni disfrutar de la fama, porque al comienzo de su carrera artística quedó embarazada y le impidieron casarse con el padre de Blanca.
La familia de aquel joven lo envió al extranjero para impedir que se casara con Rebeca y se hiciera cargo de su hija. Esto causó un profundo dolor en la joven. Con el paso del tiempo, ella volvió a enamorarse e incluso procreó dos hijos más.
Pero cuando estuvo a punto de llegar al altar, el destino volvió a jugarle «chueco» y no pudo concebir su sueño, pues el hombre con quien tuvo dos hijos era casado.
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Asimismo, su hija reveló que la primera vez que Rebeca se vistió de novia, le costó ir a dar al manicomio, perdió su herencia y, además, a sus hijos, quienes le fueron arrebatados y enviados a Italia.
Pero no todo fue tan trágico para Rebeca; un sismo de 8.1 cimbró México y eso ayudó a que ella escapara de su prisión de cuatro paredes. Tras huir del psiquiátrico, deambuló por las calles en busca de sus hijos hasta parar en el Muelle de San Blas.
Una vez en el muelle, la gente comenzó a hablar de esta mujer, a quien era común verla fumando por los alrededores. Entonces adquirió el mote Chica de humo, pero no sólo por la estela del cigarrillo, sino por que de pronto desaparecía del lugar como si se esfumara.
Un destino circular
Pero la historia no termina ahí. Una vez más la vida le sonrió a Rebeca Méndez, quien volvió a enamorarse de un joven menor que ella, lo que representaba en su vida otra oportunidad para llegar al altar vestida de blanco. Sin embargo, el destino le tuvo preparada otra trágica sorpresa: su enamorado murió.
La vida de Rebeca estuvo marcada por la desgracia y desolación, pero eso no le impidió frecuentar el Muelle de San Blas, donde —según la leyenda— conoció únicamente de vista a Fher Olvera, vocalista de la banda Maná, quien habría decidido plasmar su historia en una de sus canciones, misma que se convirtió en todo un éxito.
Según medios locales, Rebeca Méndez llegó a escuchar tan emotiva y triste canción de Maná compuesta en su honor y se asegura que sentía gran emoción al oírla. Pese a ello, el vocalista Fher Olvera y Rebeca jamás volvieron a verse.
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En el Muelle de San Blas existe una escultura en honor a esta mujer, misma que rememora aquel encuentro. Cabe destacar que la historia y la canción jugaron un papel fundamental para el turismo del mítico Muelle del desamor.
Rebeca Méndez y su trágica historia terminaron el 16 de septiembre de 2012, a la edad de 63, cuando ella se desvaneció en los brazos de Blanca, su hija.
Su muerte se dio a conocer en diversos medios nacionales y latinoamericanos. Sus restos fueron cremados y sus cenizas fueron arrojadas al mar desde el Muelle de San Blas.