Como un homenaje a las abuelas, Joel Merino, joven artista triqui originario de Oaxaca, plasmó el rostro de María Sabina en el mural Xcua’anj, para destacar la trascendencia que tuvo gracias a sus conocimientos de herbolaria y curandería.
Esta obra de arte en gran formato se encuentra en el oaxaqueño Puerto Escondido, y fue realizada en el marco del Festival ArteTinujei.
Merino decidió pintar la imagen de esta singular y popular mujer que se convirtió en todo un símbolo cultural. El nombre «Xcua’anj» significa «abuela» en triqui.
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María Sabina, depositaria del saber
María Sabina, mejor conocida como la Mujer Espíritu, fue una curandera y chamana que nació el 22 de julio de 1894 en Huautla de Jiménez (Oaxaca); aprendió a curar con medicina tradicional aprovechando las propiedades de los «niños santos», como también le llamaba a los hongos alucinógenos.
Su fama comenzó en la década de 1950, cuando el etnobotánico estadunidense Gordon Wasson difundió el uso curativo y ceremonial de los hongos alucinógenos en un artículo de la revista Life.
En la publicación relató a detalle una «velada» oficiada por María Sabina, que consistió en la ingesta de hongos que llevó a los asistentes a un estado de trance, mientras la chamana cantaba, danzaba y realizaba invocaciones a santos cristianos en la lengua mazateca.
Ese texto despertó el interés y la curiosidad de científicos, artistas y celebridades, entre los que destacan Walt Disney, John Lennon, Robert Wasson, Albert Hofmann, Roger Heim, Aldous Huxley, Timothy Leary, Jacobo Grinberg Zylberbaum y Carlos Castaneda, entre otros.
Historia de poder
María Sabina creció sin la presencia de un padre. A los 14 años de edad casaron con un hombre de nombre Serapio; seis años más tarde enviudó y diez años después tuvo una revelación tras la enfermedad de su hermana, por lo que decidió comer 30 pares de hongos y durante su estado de trance, unos «seres» le dijeron que Dios le enviaría el Libro del lenguaje para sanar gente.
Su reputación como curandera y chamana creció, y se dice que jamás cobró por sus servicios; por el contrario, siempre era cordial y se dejaba grabar y fotografiar.
Pero a fines de los setenta, el consumo sin control de hongos alucinógenos derivó en algunos suicidios, por lo que María Sabina fue apresada y pasó sus últimos años de vida en total miseria, pues su hogar fue allanado por la envidia y avaricia de sus familiares.
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